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Por qué es bueno que tus hijos se aburran

Tengo algunos recuerdos especialmente vívidos de los veranos de mi infancia: el olor de la parrilla, el chirriar de las cigarras y la sensación de estar aburridísima.

Aunque tenía un horario más o menos estricto y pasaba largas temporadas de cada verano en campamentos, había semanas en las que mis padres, que trabajaban, no llenaban mi agenda con casi nada, y les importaba un bledo si me sentía ocupada o entretenida.

Esto me ha estado rondando en la cabeza mientras mis propios hijos pasan el verano inmersos en una mezcolanza impresionantemente costosa de campamentos, niñeras y tiempo con los abuelos y, sin embargo, parece insuficiente en términos de verdadero cuidado o estimulación.

No soy la única que siente que es su deber como madre llenar sus días de actividades y oportunidades de aprendizaje. Un estudio citado en un artículo de 2018 en el New York Times que lamentaba lo implacable de la crianza moderna reveló que, independientemente de la educación, los ingresos o la raza, los padres creían que los niños que se aburren deben inscribirse en actividades extracurriculares. Como me explicó Erin Westgate, profesora adjunta de psicología de la Universidad de Florida, existe una especie de estigma cultural asociado al aburrimiento, en especial en Estados Unidos.

Solo la gente aburrida se aburre, reza el refrán.

Pero la realidad es que el aburrimiento es “normal, natural y saludable”, afirmó Westgate, cuya investigación se centra en qué es el aburrimiento, por qué lo experimenta la gente y qué le sucede cuando se aburre.

Aunque advierte que se han hecho pocos estudios empíricos sobre el aburrimiento en los niños, Westgate cree que, en dosis moderadas, el aburrimiento puede ofrecer una oportunidad valiosa de aprendizaje, puede estimular la creatividad y la resolución de problemas y motivar a los niños a buscar actividades que les resulten significativas.