El Salvador recuerda hoy el devastador terremoto ocurrido el 10 de octubre de 1986, que a las 11:49 de la mañana sacudió el país con una magnitud de 5.7, dejando un saldo trágico de 1,530 muertes y 10,000 heridos.
Este movimiento telúrico, considerado el más destructivo desde el pasado siglo, fue resultado de un movimiento horizontal de las fallas bajo San Salvador, con una profundidad que oscilaba entre 9.9 y 10.9 kilómetros, según registros del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).

El impacto de este sismo fue devastador: alrededor de 200,000 personas quedaron damnificadas y las pérdidas económicas se estimaron en más de $1,031 millones. Comparado con el gran terremoto de 1965, que tuvo una magnitud de 6.0 y causó 125 muertes, el evento de 1986 reveló una triste paradoja: a pesar de tener una magnitud menor, provocó un desastre mucho más grave.
El sismólogo Rodolfo Torres, quien se unió al MARN un año antes de la tragedia, ha investigado las causas detrás de este fenómeno. En su análisis, Torres destaca que el epicentro del terremoto se localizó al sureste de San Salvador, entre los municipios de San Marcos y Santo Tomás.

«La dirección de la propagación del sismo fue hacia la zona metropolitana, donde se experimentó el mayor número de daños», explicó el experto.
La proximidad del epicentro a áreas pobladas y vulnerables fue un factor determinante en el alto número de víctimas y daños materiales. «No es necesario un sismo de magnitud muy grande para causar estragos si ocurre en una zona con gran concentración de personas», añadió Torres.

A 38 años de esta catástrofe, El Salvador continúa reflexionando sobre la importancia de la preparación y la respuesta ante desastres naturales, con la esperanza de que la memoria de aquellos que perdieron la vida en esa trágica jornada sirva como un recordatorio para fortalecer la resiliencia del país.






