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Rugió el Metal en San Salvador con el poder de Judas Priest

La noche del viernes, el Estadio Cuscatlán vivió una descarga de pura adrenalina cuando Judas Priest aterrizó en tierras salvadoreñas con su esperada gira Shield of Pain Tour 2025. Desde que se anunció su llegada, miles de fanáticos del heavy metal contaban los días para ver a la legendaria banda británica, y el momento finalmente llegó: una avalancha de chaquetas negras, cuernos en alto y gritos de euforia se apoderó del complejo del estadio, transformándolo en un templo del metal.

La encargada de abrir la noche fue la icónica banda salvadoreña Broncco, quienes no solo calentaron el ambiente, sino que lo encendieron con clásicos como “Hoy estamos aquí”, “Ya no estás” y “Vendedor de sueños”. Con una potente ejecución y una conexión nostálgica con el público, Broncco rindió homenaje al legado del rock nacional, dejando a más de uno con lágrimas, recuerdos y el corazón vibrando al ritmo de su historia musical.

Pero la verdadera explosión llegó cuando las luces se apagaron y el rugido de las guitarras marcó la entrada triunfal de Judas Priest. Rob Halford, con su característica presencia imponente, emergió entre las sombras para encabezar una noche cargada de energía. Desde los primeros riffs de “Turbo Lover” hasta la poderosa “Painkiller” y el himno rebelde “Breaking The Law”, la banda entregó un espectáculo sin tregua.

Durante tres intensas horas, el Cuscatlán se transformó en una catedral del metal, donde cada acorde retumbó en el pecho de los asistentes. Halford, a sus años, demostró que sigue siendo el “Metal God” por excelencia, mientras que Glenn Tipton y Richie Faulkner mostraron por qué Judas Priest sigue siendo una máquina afinada de potencia y precisión.

Más allá de la música, el concierto fue una celebración a la perseverancia, a la pasión y a la fidelidad de los fanáticos que esperaron décadas para ver a sus ídolos en vivo. Judas Priest no solo cumplió expectativas: las aplastó con botas de cuero, riffs incendiarios y un espectáculo visual que hizo temblar el corazón de San Salvador.

Con este histórico show, El Salvador se consolida como una plaza cada vez más importante en el mapa de los grandes espectáculos internacionales. Y aunque el eco de “Breaking the Law” ya se apague, el recuerdo de esa noche quedará grabado en la memoria colectiva del metal salvadoreño como una verdadera misa sagrada del rock.