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Eleonor Chacón mantiene un pequeño santuario a la memorio de monseñor Óscar Arnulfo Romero. Su familia compartió una amistad con el obispo martir hasta su muerte.

“Tengo la dicha de ser amiga de un santo”, Leonor del Carmen Chacón

Monseñor Óscar Arnulfo Romero subirá a los altares este próximo 14 de octubre, cuándo, junto a otros beatos, entre ellos Pablo VI, sea canonizado por el papa Francisco en Roma. En El Salvador se vive una fiesta alrededor de la figura del sacerdote mártir. Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba una misa en la capilla de la Divina Providencia, conocida también como el hospitalito, en San Salvador.

Una de las personas que celebra la canonización es Leonor del Carmen Chacón, una de las propietarias  de “Las delicias de las Chacón”, una mujer que, junto a su hermana Elvira quien murió hace tres meses, a vendido cebada, jugos y comida en la colonia Las Delicias de Santa Tecla por más de 63 años.

Leonor conoció a monseñor Romero gracias a su esposo, Raúl Romero. “El fue monagillo y trabajó con monseñor, fue su hombre de confianza. Lo conocí el día de mi boda, porque le pedimos que nos casara”, agrega. Quince días antes de su boda le envió una carta en la que le comentaba de las bondades que su entonces novio le contaba de él. Días después recibió una tarjeta que rezaba: “Óscar Arnulfo Romero agradece a la señorita Leonor del Carmen Chacón sus amables conceptos”. Confirmaron la fecha para el 9 de noviembre de 1963 en Las Delicias. Ese día a las 9:00 de la mañana los conoció y nunca dejó de visitarlos.

Una amistad que duró muchos años

El día de se la boda de los Romero – Chacón estaba lloviendo. “No voy a olvidar lo que dijo en la homilía, que esa lluvia Dios la había mandado para ese nuevo hogar que se estaba formando, que era una lluvia de bendiciones”, comenta. Para ella la mayor bendición fue la constancia y la amistad del sacerdote hasta el día de su muerte.

Las visitas siempre fueron constantes al menos una vez al mes. “Se asomaba por la puerta y preguntaba si podía entrar, para nosotros verlo siempre fue una alegría. Se sentaba con mi papá a ver telenovelas, nos veía bailar, le gustaba que le contaramos chistes, nos pedía frijoles. Siempre nos dijo que le ayudábamos a olvidar sus problemas, nuestra casa siempre fue un oasis para él”, recuerda con nostalgia.

En las paredes de su negocio cuelgan cuadros, retratos y cartas de monseñor Romero. Algunos son recortes de los periódicos que narran su muerte, su palabra y su memoria. También hay espacio para fotografías familiares, de actividades o visitas en las que compartieron con el beato. También hay una vitrina en la que se guardan dos sotanas. Todo a la vista de los visitantes. “Quiero que lo recuerden siempre como un profeta. (A monseñor) lo tildaban de marxista, guerrillero, borracho, tantas cosas que se le inventó. Espero que ahora descubran que todo lo que decían eran mentiras”.

A Leonor se le dibuja una gran sonrisa al hablar de la canonización de monseñor Óscar Romero. Ya está lista para ir a una celebración a la Divina Providencia, le habría encantado ir a Italia, pero su condición económica no se lo permite.  “Me siento feliz y bendecida, tanto que los problemas, que las ventas bajas, que los problemas económicos, eso no me importa porque tengo la dicha más grande de ser amiga de un santo”.

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