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Messi, historia de una ejecución que se volvió arte

Ni bien llegó al primer equipo del Barcelona, con apenas 18 años, Lionel Messi era una promesa imparable con la pelota en los pies. Desbordaba con una naturalidad asombrosa, pero cuando se trataba de tiros libres, se mantenía a un costado, observando. En aquel vestuario plagado de figuras como Ronaldinho, Deco y Xavi, la joven «Pulga» respetaba los tiempos. Él aún no era el dueño de la pelota parada.

Pero el tiempo, el trabajo y la obsesión hicieron su parte. A diferencia de su gambeta innata, los tiros libres no le eran tan naturales. Sin embargo, los convirtió en una herramienta fundamental de su juego. Lo demostró esta semana en el Mundial de Clubes, cuando con un soberbio gol de tiro libre ante el Porto le dio la victoria a Inter Miami. A los 54 minutos, clavó el balón en el ángulo izquierdo tras una falta cerca del área, y le devolvió la ilusión al equipo de Mascherano.

Esa evolución tuvo maestros y momentos clave. Durante la Copa América 2007, el técnico Alfio Basile le dio un consejo esencial: adelantar la pierna de apoyo para mejorar el impacto. Messi tomó nota. Tiempo después reconocería que antes no practicaba los tiros libres, pero que un día decidió hacerlo, y no paró. En el Barcelona, no se iba del entrenamiento sin meter el último al ángulo. Hoy, con 68 goles de tiro libre, el argentino es sinónimo de precisión.

A punto de cumplir 38 años, Messi sigue sumando capítulos memorables. El tanto ante Porto se suma a una larga lista de obras maestras, y aunque le queda pendiente marcar uno de tiro libre en un Mundial, su legado ya es intocable. Desde sus días de aprendiz en La Masía hasta convertirse en un maestro que comparte fotos con ídolos como Baggio y deslumbra al mundo con su zurda, Messi demuestra que el fútbol también se aprende. Y se perfecciona.