Los organizadores de París-2024 tuvieron que salir en defensa de una polémica escena durante la ceremonia de apertura de los Juegos, que varios países interpretaron como una ofensa al cristianismo.
La escena en cuestión -que pudo verse en la ceremonia del 26 de julio- se llama Festividad y muestra al inicio a varias personas en drag sentadas a la mesa. La escenografía evoca la última cena de Jesús con sus apóstoles, pero a continuación aparece recostado Philippe Katerine -un cantante muy popular en Francia- casi desnudo, con el cuerpo pintado de azul y con guirlandas de hojas y frutas. Un atuendo que lo hace parecerse a Dioniso, el dios griego que los romanos llamaban Baco y simboliza el vino y los placeres carnales.
«Nunca encontrarán por mi parte ningún deseo de burlarme, de denigrar nada. Quise hacer una ceremonia que reparara, que reconciliara. También, que reafirmara los valores de nuestra República», dijo a la cadena de televisión BFMTV el director artístico de la ceremonia de apertura, Thomas Jolly, quien argumentó que la última cena no fue su «inspiración».
«Creo que estaba bastante claro que era Dioniso quien llegaba a esa mesa. Esta ahí porque es el dios de la fiesta (…) y el padre de Secuana», la diosa y personificación del río que cruza París. «La idea era más bien hacer un gran festival pagano, conectado con los dioses del Olimpo», aseguró Jolly.
«Nunca hubo ninguna intención de faltarle el respeto a ningún grupo religioso, en absoluto», abundó Anne Descamps, directora de comunicaciones del comité organizador en una conferencia de prensa.
Las críticas nacionales y extranjeras
El arranque de la escena -que incluía a las artistas drag Nicky Doll, Paloma y Piche- fue fustigado por un amplio abanico de actores políticos: desde la Conferencia Episcopal francesa -que habló de «mofa» al cristianismo- a diputados de extrema derecha locales y Matteo Salvini, el líder de la Liga italiana, que tiene un marcado carácter antiinmigración.
Tampoco faltaron las críticas a la ceremonia por parte de dos gobiernos que han hecho del cristianismo un elemento identitario: Hungría y Rusia.
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, afirmó el 27 de julio que la ceremonia -que homenajeó igualmente a diez figuras históricas del feminismo francés- reflejó la «debilidad y la desintegración de Occidente». Añadió que «se despojaron poco a poco de los vínculos metafísicos con Dios, la patria y la familia».
Y en Rusia, un país que como medida de castigo por la invasión de Ucrania no cuenta con delegación nacional en los Juegos de París, la portavoz del Ministerio de Exteriores, María Zajárova, afirmó que la escena Festividad fue una «parodia» de un motivo «sagrado para los cristianos», con «apóstoles representados por travestis».