El Sol es una enorme bola de gas que, no obstante, no siempre se está en el mismo estado: los científicos han descubierto que su actividad aumenta y disminuye. Y no lo hace de forma errática, sino que el máximo y el mínimo se produce una vez en cada ciclo solar, un periodo dura aproximadamente once años.
En este tiempo, en su punto álgido, los polos magnéticos del Sol se invierten y nuestra estrella pasa de un estado de calma a un estado activo, propicio para las tormentas solares.
Pues bien, la NASA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y el Panel Internacional de Predicción del Ciclo Solar han anunciado que el momento ha llegado: nos encontramos en el máximo solar del actual ciclo. Un fenómeno que se alargará hasta el próximo año, según han explicado los expertos en un comunicado.
«Durante el máximo solar, la cantidad de manchas solares y, por lo tanto, la cantidad de actividad solar, aumenta», explica Jamie Favors, director del Programa de Meteorología Espacial en la sede de la NASA en Washington. «Este aumento de la actividad brinda una gran oportunidad para aprender sobre nuestra estrella más cercana, pero también causa efectos reales en la Tierra y en todo nuestro Sistema Solar».
Las consecuencias de alcanzar el máximo solar
La actividad solar influye fuertemente en las condiciones del espacio: es lo que se conoce como clima espacial. Entre los fenómenos que ocurren en el Sol, uno de los que más afectan son las eyecciones coronales de masa, en las que el Sol envía chorros de partículas fuertemente cargadas que, si bien no afectan directamente a la vida en la Tierra, si chocan contra nuestro campo magnético, que es una suerte de ‘rosquilla’ invisible alrededor de nuestro planeta y generada desde el núcleo. Con estos impactos, se deforma en sus polos (o donde estaría el ‘agujero’ de la rosquilla magnética) por la acción de la radiación emitida por el Sol.
Este chorro energético colisiona con los átomos de oxígeno y nitrógeno de nuestro campo magnético, deformándolo y emitiendo los característicos colores verdosos y púrpuras cerca del ‘agujero’ de la rosquilla, las conocidas como auroras boreales. Pero, en momentos de fuerte actividad solar, como lleva ocurriendo en los últimos meses, estos vistosos fenómenos pueden observarse en latitudes alejadas de los polos, como ya pasó el pasado mes de mayo, en el que se avistaron auroras desde España y otros puntos del mundo más cercanos al ecuador.