Las mediciones de aprobación presidencial son un termómetro clave para entender la percepción ciudadana sobre sus gobernantes y las tendencias políticas en la región. Estos índices no solo reflejan el nivel de respaldo que tiene cada mandatario, sino que también pueden influir en decisiones políticas, económicas y sociales, tanto a nivel interno como en relaciones internacionales. Para la población, conocer estos datos les permite evaluar si sus líderes están cumpliendo con las expectativas y si su gestión responde a las necesidades del país. Además, estas encuestas pueden ser un factor determinante en procesos electorales, ya que el nivel de aprobación influye en la continuidad de políticas gubernamentales o en la búsqueda de nuevos liderazgos.
El más reciente ranking de la encuestadora Mitofsky, correspondiente a febrero de 2025, posiciona al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, como el mandatario con mayor aprobación en América, con un 81% de respaldo ciudadano tras el inicio de su segundo mandato. Su estrategia de control en seguridad, que ha reducido significativamente los niveles de criminalidad en el país, así como su discurso confrontativo contra la oposición y su manejo de la comunicación digital, han sido factores determinantes en su alta popularidad.
En segundo lugar se encuentra la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, con un 68% de aprobación. Su corta gestión ha estado marcada por la continuidad de las políticas sociales de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, y su enfoque en proyectos de infraestructura y bienestar social, lo que le ha permitido mantener un sólido respaldo popular.
Con el mismo porcentaje de aprobación (68%), Luis Abinader, presidente de República Dominicana, se ubica en la tercera posición. Su gobierno se ha destacado por una gestión económica estable, políticas de transparencia y la inversión en seguridad ciudadana, lo que ha reforzado su imagen ante la población.
Rodrigo Chaves, de Costa Rica, ocupa la cuarta posición con un 65% de aprobación. Su enfoque en combatir la corrupción y reducir el gasto público ha sido bien recibido por la ciudadanía, aunque ha generado roces con sectores políticos y empresariales.
Xiomara Castro, presidenta de Honduras, se posiciona en el quinto lugar con un 62% de respaldo. Su administración ha apostado por reformas económicas y sociales, así como por la lucha contra la corrupción en instituciones públicas, lo que le ha permitido consolidar un apoyo significativo.
En contraste, los mandatarios con menor aprobación enfrentan grandes desafíos. Luis Arce, de Bolivia, cuenta con solo un 18% de respaldo, afectado por tensiones internas en su partido y una crisis económica que ha impactado el poder adquisitivo de la población.
Dina Boluarte, presidenta de Perú, registra la aprobación más baja con un 11%. Su gestión ha sido marcada por protestas constantes, crisis políticas y un bajo nivel de confianza ciudadana, lo que la convierte en la mandataria con el mayor rechazo en la región.
Otros líderes que figuran en el ranking incluyen a Javier Milei, de Argentina, con un 43% de aprobación, impulsado por sus medidas de ajuste económico y su estilo directo en la comunicación política. Donald Trump, en Estados Unidos, registra un 49%, reflejando la polarización de su gobierno. Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, con un 42%, ha enfrentado críticas por el manejo de la economía y la inseguridad en su país.
Nicolás Maduro, en Venezuela, tiene un 31% de aprobación, con un apoyo concentrado en sectores leales al chavismo, mientras que Gustavo Petro, de Colombia, cuenta con un 35%, afectado por controversias en sus reformas y el manejo de la seguridad.
Estos datos reflejan cómo la gestión de cada mandatario impacta directamente en su respaldo popular y cómo la opinión pública se convierte en un factor clave para la estabilidad política de la región.
Así como una marca necesita construir una reputación sólida para ganarse la confianza de sus clientes, los líderes políticos dependen de su imagen y comunicación pública para conectar con la ciudadanía.
Un mensaje mal gestionado o una falta de coherencia entre lo que se promete y lo que se ejecuta puede erosionar rápidamente la confianza de la gente. En cambio, aquellos que logran transmitir con claridad su visión, generar resultados tangibles y mantenerse en sintonía con las necesidades de su población, consiguen consolidar su liderazgo.
La aprobación presidencial, más allá de ser un número, es un reflejo del nivel de credibilidad y conexión que un gobernante tiene con su gente.