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Ahuachapán se iluminó con la noche de los Farolitos

Cada 7 de septiembre las calles, colonias, parques e iglesias de la ciudad occidental de Ahuachapán, se iluminan de colores, debido a una de las tradiciones más importantes del municipio, el Día de los Farolitos.

Sin embargo, este año, debido a los problemas que trajo consigo la pandemia del coronavirus, cada ahuachapaneco se unió a esta tradición desde casa y sin la afluencia turística que la caracteriza.

Esta fecha, según la historia de la iglesia católica, conmemora el nacimiento de la Virgen María, es por eso que cientos de feligreses esperan con mucha devoción el 7 de septiembre. Sin embargo, según los historiadores, Ahuachapán inició esta celebración en 1850, presuntamente a raíz de un terremoto.

Los primeros faroles eran hechos con pencas de izote, cuyo retoño es la flor nacional de El Salvador, aunque también se empleaban ramas de pascua blanca y varillas de carrizo, hasta llegar al modelo actual, de madera, celofán, almidón, velas de cera y alambre dulce.

Al inicio, era una festividad meramente local y se colocaba un farolito en cada casa, pero en los últimos años, pasó a ser uno de los eventos turísticos que concentran miles de salvadoreños y extranjeros; ya que las calles se llenan de estructuras para colgar los faroles y recrear monumentos o simplemente, expresar la creatividad.

Asimismo, las casas se llenan de luz y color, esperando la procesión que, por primera vez en muchos años, realizó el tradicional recorrido, por las principales calles de la ciudad y colonias, partiendo desde la Iglesia Guadalupe hasta la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción.

Cabe destacar, que la Asamblea Legislativa declaró, a esta tradición, como Patrimonio Cultural Inmaterial de El Salvador en agosto de 2014.