La adrenalina que la velocidad inyecta al estar en el volante de un auto puede hacer que cualquiera se sienta capaz de sobrepasar a los demás corredores sin respetar trayectorias ni experiencia.
Así conducía Adolfo Salume Artiñano a bordo de su Porche. Un piloto que volaba con las llantas adheridas al asfalto de los circuitos en el Jabalí y se ganó un espacio en el automovilismo nacional al lograr sobresalir en las carreras que se disputaban durante la década de los noventa y dos mil en El Salvador.
Salume compitió durante muchos años en varias categorías, siendo uno de los campeones del automovilismo en El Salvador, el cual está compuesto de varios niveles, con diferentes reglamentos y características en los autos que compiten en cada una en el autódromo El Jabalí.
Su pasión por la velocidad lo hizo convertirse en uno de los mejores pilotos de la región, su nombre sonaba en todos los circuitos donde durante muchos años llenó de adrenalina a los aficionados del automovilismo en El Salvador.
