El viernes 24 de enero de 2020, El Salvador cambiaría el curso de la historia: el brote de coronavirus en Wuhan, China. Lo que parecía ser un problema local en Asia comenzó a sembrar el temor a nivel mundial, con organismos sanitarios advirtiendo que no había tratamiento ni vacuna para combatirlo.
En ese momento, El Salvador enfrentaba una realidad preocupante: carecía de la capacidad para detectar el virus. Sin embargo, ese mismo día, el gobierno salvadoreño declaró emergencia nacional y destinó un fondo especial de $8.6 millones para implementar los protocolos recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
La primera respuesta en El Salvador
El entonces viceministro de Operaciones en Salud, Francisco Alabi, explicó que, aunque la OMS no había decretado una emergencia internacional, el país decidió actuar de manera preventiva. Se activó un plan de contingencia que incluyó:
- 10 oficinas sanitarias internacionales.
- 50 especialistas capacitados.
- 1,234 unidades notificadoras.
- 23 equipos de respuesta rápida en todo el territorio.
Adicionalmente, se habilitó la línea telefónica 132 del Sistema de Emergencias Médicas para reportar posibles casos de Covid-19.
Una emergencia en expansión
Al día siguiente, el 25 de enero, las cifras alarmaban al mundo: los casos en China habían crecido un 60 %, con reportes en Estados Unidos, Francia y Australia. Aunque la OMS tardaría cinco días más en declarar la “Emergencia de Salud Pública de Alcance Internacional”, El Salvador endureció sus medidas. El presidente Nayib Bukele prohibió la entrada al país de personas provenientes de China y confirmó la declaratoria de emergencia nacional.
El 11 de marzo de 2020, el presidente Bukele anunció una cuarentena nacional, que implicó el cierre de fronteras, aeropuertos y la suspensión de clases por 21 días, medidas que se extendieron hasta 2021. Ese mismo día, la OMS declaró al Covid-19 como pandemia global.
El inicio de una crisis sin precedentes
Lo que siguió fue una época marcada por la incertidumbre, el confinamiento y un cambio radical en la vida cotidiana. Esa portada del 24 de enero de 2020 fue un presagio de la crisis global que todos viviríamos, una que redefinió las prioridades, estrategias y la resiliencia de las naciones frente a una emergencia sanitaria histórica.